«No es discriminaje; ¡es que odio a los intelectuenses!», se defiende el director de recursos humanos.

Una circular interna ya advertía de que se iban a tomar «severas medidas» contra «las prácticas en los lavabos de la empresa que atentan contra nuestro código moral». Y así fue que una segurata, en su ronda habitual por los servicios de la planta 3, tras comprobar que todo el mundo estaba metiéndose coca por vía nasal o intravenosa, como es rutinario, descubrió en el último excusado a Soraya Pereñaque, técnica de sonido, con un ejemplar de Dublineses de Joyce.

Pueden imaginar el escándalo. Una relaciones públicas que estaba por ahí regando el Nembutal de las 10:15 se desmayó en el acto, al tiempo que la segurata, apuntando a la lectora con el arma reglamentaria, gritaba: «¡Libro! ¡Libro! ¡Tenemos un libro en el sector 7!»

Pereñaque consideró, según ha confesado después, leerles un par de frases en voz alta en legítima defensa, pero sabía que sólo empeoraría las cosas. Depuso el volumen y fue despedida en el acto.

Alfonso Barf, de recursos humanos, declaró: «No podemos tolerar este tipo de conductas subversivas. ¡Imagine que Jordi González (no lo quiera el cielo) saliera en antena leyendo un libro! ¿Qué ejemplo estaríamos dando? ¡Imagine que a nuestra fiel audiencia le diera por enriquecerse, abrir su mente, desarrollar su imaginación, pensar! ¿Vamos a incitarles a ello? ¡¿Vamos a tirar por la ventana décadas de adormecimiento de masas?»

Más contundente fue Jorge Javier Vázquez, que no escondió su repulsión a la mera idea de un objeto encuadernado sin fotos de famosos: «¡No soporto a esos consumidores de letras en el autobús, con sus aires de superioridad, mirándote por encima del hombro!» Y eso que mirar por encima del hombro a Jorge Javier está al alcance de los enanos más altos.

Fuente: El Jueves